ARQUÍMEDES
Es
uno de los científicos que más se han admirado de la antigüedad.
Hasta nuestros días han llegado una decena de sus escritos, en los
que se demuestra su saber científico.
Era
hijo del astrónomo Fidias, quien probablemente los introdujo en las
matemáticas. Vivió alrededor del año 243 a.C.
Perfeccionó
sus estudios en la ciudad de Alejandría en Egipto, donde estrechó
relaciones con otros grandes matemáticos de la época, entre los
cuales destacaba Eratóstenes. Pero donde desarrolló su actividad
científica fue en la ciudad de Siracusa (en la actual Sicilia). En
esta ciudad se encontraba bajo la protección del tirano Hierón II.
Aquí alternó la construcción de intentos mecánicos con estudios
de mecánica teórica y altas matemáticas. Sus inventos mecánicos
son mucos, numerosas máquinas de guerra destinadas a la defensa
militar de la ciudad, así como una “esfera” que representaba un
enorme e ingenioso planetario mecánico, que tras la toma de Siracusa
por los romanos, fue llevado a Roma como botín de guerra.
La
biografía de Arquímedes está llena de anécdotas, muchas de ellas
parecen más leyenda que realidad, pero en todas ellas, se cuenta la
capacidad de abstracción y concentración de Arquímedes y su
extraordinario talento.
La
más divulgada de estas anécdotas la relata Vitruvio y se refiere al
método que utilizó para comprobar si existió fraude en la
confección de una corona de oro encargada por Hierón II, tirano de
Siracusa y protector de Arquímedes, y quizás incluso pariente suyo.
Se cuenta que el tirano, sospechando que el joyero le había engañado
poniendo plata en el interior de la corona, pidió a Arquímedes que
determinase los metales de que estaba compuesta sin romperla.
Arquímedes
meditó largo tiempo en el difícil problema, hasta que un día,
hallándose en un establecimiento de baños, advirtió que el agua se
desbordaba de la bañera a medida que se iba introduciendo en ella.
Esta observación le inspiró la idea que le permitió resolver la
cuestión que le planteó el tirano: si sumergía la corona en un
recipiente lleno hasta el borde y medía el agua que se desbordaba,
conocería su volumen; luego podría comparar el volumen de la corona
con el volumen de un objeto de oro del mismo peso y comprobar si eran
iguales. Se cuenta que, impulsado por la alegría, Arquímedes corrió
desnudo por las calles de Siracusa hacia su casa gritando «Eureka!
Eureka!», es decir, «¡Lo encontré! ¡Lo encontré!».
Así
surgió el famoso principio de Arquímedes: “todo
cuerpo sumergido en un líquido experimenta un empuje hacia arriba
igual al peso del volumen de agua que desaloja”,
lo cual le permitió descubrir que el orfebre había cometido
fraude.
En
la anécdota que le llevó a la muerte, se vuelve a observar su
capacidad de concentración mental y abstracción. Según se dice,
los ingenios bélicos (máquinas de guerra) que había inventado
permitieron a Siracusa resistir tres años el asedio romano, antes de
caer en manos de las tropas de Marcelo. Mientras saqueaban Siracusa
los soldados de Marcelo, el viejo matemático estaba meditando, en
sus problemas de geometría, sin reparar en los disturbios que
estaban ocurriendo.
Sorprendido
por un soldado que le preguntó quién era, Arquímedes no le
respondió, o, según otra versión, le respondió irritado que no le
molestara ni le estropeara los dibujos que había trazado en la
arena; y el soldado, encolerizado, lo mató. Marcelo, el general
romano, se entristeció mucho al saberlo y mandó que le levantaran
un monumento.
Esta
pasión de Arquímedes, que le causó la muerte, fue también la que,
en vida hizo que se olvidara hasta de comer y que soliera
entretenerse trazando dibujos geométricos en las cenizas del hogar.
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